Una aventura africana – Gabón, Parte 1

El Covid nos cambió la vida a muchos, nos hizo reflexionar sobre muchas cosas y sobre todo, nos hizo apretar el freno. Para mí, el Covid sacó ese sentimiento de “destierro” que muchas veces siento, uno con el cual he aprendido a vivir a lo largo de los años, pero que apenas ahora empiezo a entender y a verlo desde otro punto de vista. Algo que seguro comparto con muchas personas. A causa del Covid tuvimos que postergar algunos planes, uno de ellos, nuestra mudanza a Gabón. Sin embargo, ahora, un año y medio desde que se concretó nuestra aventura africana, me lanzo de nuevo a escribir en este blog desde mi casita en Gabón.

Gabon, Africa 2022

Un poquito sobre Gabón…

¿Gabón? Les confieso que cuando mi esposo me dijo que nos íbamos a Gabón, tuve que buscar en un mapa dónde en África quedaba. Y es que no es uno de los países más conocidos, sobre todo para nosotros los latinoamericanos ya que es cero turístico y era una colonia francesa. Gabón se independizó de Francia en 1960 y cuenta con una población aproximada de 2.300.000 habitantes, y qué decir de su riqueza petrolera. Con ese número de habitantes, Gabón debería ser el Dubái de África, pero la historia es otra.

El llegar acá me ha abierto los ojos, y me ha dejado ver la vida desde otro ángulo. Uno de muchos. Pero, sobre todo, me ha reafirmado esa idea que tenemos los humanos de pensar que lo de nosotros es una verdadera m**** y que lo de los demás siempre es mejor. Y no lo digo porque piense que acá la gente vive en la miseria, porque no es el caso. Pobreza sí hay, pero no miseria. O por lo menos de lo que yo he podido ver en Port-Gentil, donde vivo.

Este es un país tan rico en recursos naturales, que aquí la gente no se muere de hambre. Hay plataneros y arboles de mango por doquier, las familias tienen sus propias huertas y tanto la capital (Libreville) como Port-Gentil (la segunda ciudad más importante del país), están situadas a la orilla del mar, lo cual significa abundancia de peces. El calor es fuerte y la humedad, extrema, tal vez sea por eso que el ritmo de vida de los gaboneses late un poco más lento. Aquí no hay afanes ni urgencias, de ahí una de las frases preferidas de los locales “ça va aller” –todo va a estar bien–. Círculo vicioso que podría considerarse como una de las mayores virtudes y falencias de los gaboneses. La gente vive con poco y se conforma, o se acostumbra. Pero esa costumbre no suprime el deseo de querer más o querer lo que tiene el otro. ¿Y por qué lo debería eliminar? Al final, somos humanos y ese deseo rebasa de la naturaleza humana.

Gabón es un país único, un país difícil de explicar, un país hermoso, con sus virtudes y sus falencias. Como conclusión, podría decir que es un país como cualquier otro, un país que pudiera estar mejor, pero pudiera estar peor. Al fin y al cabo, los países son seres vivos, y nosotros sus huéspedes. Hoy por hoy, Gabón es mi casa, una casa que elegí, una tierra que elegí y que más que acentuar un sentimiento de “destierro”, me ha ayudado a ver que mis pies son mis raíces, que “casa” no es un necesariamente un lugar físico y que solo yo tengo el poder y el derecho de definir quién soy y de donde vengo.

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