Una aventura africana – Gabón, Parte 2 (Port-Gentil)

Afortunadamente no me costó mucho adaptarme a Port-Gentil, aunque esa adaptación fue más rápida gracias al hecho de que mi esposo había llegado unos meses antes que yo, que ya había iniciado mi nueva profesión en Escocia y tenía más claro lo que quería, y que conocí amigos que me hicieron sentir como si los conociera de toda la vida. Si algo he aprendido de vivir en 5 países a lo largo de mi vida, es que somos felices en diferentes lugares gracias a la gente, es ese calor humano, esos amigos que se convierten en familia, son ellos los que hacen la diferencia y hacen que te sientas a gusto, como en casa.

El hablar francés y sentirme cómoda con el idioma también fue un factor importante, no es lo mismo llegar a un país hablando el idioma que no entendiendo ni un carajo. Esto no solo te ayuda a comunicarte, te hace independiente y te ayuda a entender la cultura y el porqué de tantas cosas tan ajenas y diferentes a nosotros.

Las vías públicas – Port-Gentil

Port-Gentil es una ciudad bastante pequeña, hay tres arterias principales de la ciudad: el bulevar principal que atraviesa la ciudad, una ruta paralela a esta pero que sigue el litoral y la ruta al aeropuerto la cual va hasta la punta de la península. Entre las otras calles hay muchas que son carretera destapada, es decir no están pavimentadas, pero es que ni siquiera tienen grava, podríamos decir que son caminos de tierra roja con hoyos que se convierten en piscinas de lodo, la calle entera no los hoyos, en temporada de lluvia. Esto dentro de la ciudad, no a las afueras, aunque evidentemente también a las afueras.

La alimentación – Port-Gentil

Ya que Port-Gentil está en una península y que esta no está bien conectada a la capital o resto del país (toca coger barco o avión para llegar hasta Libreville), estamos prácticamente en una isla. Es por eso que todo se demora en llegar acá. Cuando llegan los contenedores a los puertos cargados de productos provenientes de Francia y de otros países africanos, el rumor se riega por toda la ciudad. Podría muy bien ser una escena sacada de Macondo.

Ya que no es fácil traer provisiones del extranjero y su paso por aduanas se puede prolongar, todo es caro. Se manejan casi que los mismos precios que en Francia, algo insólito sabiendo que no es un país desarrollado. Aunque es verdad que los precios son más elevados si vamos a mercar a uno de los dos supermercados del centro de la ciudad, y que en las tiendas de libaneses se pueden encontrar productos a mejor precio.

En cuanto a productos locales como mangos, piñas, plátanos, papayas, etc. La mayoría son importados de Camerún y otros países africanos ya que acá la industria agrícola es casi inexistente. Por otro lado, tenemos el problema de que el agua no es potable. He tenido el privilegio de que en todas las ciudades donde he vivido, el agua es potable, y aunque claro que he visitado ciudades donde no lo es, una cosa es ir de paseo y otra es vivirlo todos los días. Sé que en esto hablo desde el privilegio, pero en lo personal es una de las cosas que más me ha impactado.

Po otro lado, es normal ver torres de humo que aparecen por toda la ciudad ya que la basura se quema al no existir una gestión estatal del tratamiento de basuras.

Entre la realidad y lo ajeno

Pero bueno, no quiero terminar este artículo en términos negativos. Como ya les había comentado, no todo es tan malo en esta vida como parece. También puedo decir que vivo en paraíso natural. De un lado de la península tenemos la bahía, con aguas cristalinas y playas de arena blanca que no tienen nada que envidiarle al caribe. Y qué decir de los manglares y ríos llenos de vida. Del otro lado de la península está el mar abierto, con infinitas playas y atardeceres intensos.

Aquí la vida late más lento, pero el tiempo vuela. Un mes en el extranjero son dos meses en Gabón. Los calendarios se llenan rápido, la gente se vuelve más creativa y los amigos se confunden con familia, todo tiene una solución, el sol y la luna tienen el mismo protagonismo, y en un abrir y cerrar de ojos el tiempo pasa y de repente, ya llevas un año más aquí.

Puede que sea una combinación entre la realidad de lo que es Gabón o Port-Gentil y todo lo maravilloso que tiene por ofrecer a aquellos que están dispuestos a recibirlo, y el mecanismo de supervivencia que se pone en acción, pero acá se vive en otra realidad. Es la yuxtaposición a dos culturas, dos realidades donde lo ajeno y lo peculiar se confunde con la cotidianidad de la ciudad. Y donde al final del día, aceptas, y, ¡sos feliz!

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